A la rata se le enseñó que presionando el botón obtenía una dosis mínima de medicina que le hacía sentir bien en su jaula, la que se le suministraba directamente al cerebro, el encierro en esa cárcel en donde hacían experimentos para entender mejor su funcionamiento para poder aplicarlo en seres humanos con un teléfono celular y redes sociales auguraba que no podrian abandonar lo que por método científico comprobaba que bajo ciertas circunstancias los seres humanos son adictos.
La intención era positiva porque exploraba con ánimos de mejorar la especie que antes era salvaje y llena de esperanzas y le convertía en un ser que requería estar conectado a los demás y no en la soledad de su propio criterio.
¿Quien querría estar allá afuera pasando frío y hambre mientras en el interior de un lugar esta todo el mundo creciendo como especie?
La rata en el engrane
Víctor Alcázar